10 de agosto
Nada sabíamos del COVID19 aquel 11 de marzo cuando la cotidianidad se congeló para dar paso a algo que seguimos explorando. Próximos a entrar en el sexto mes de confinamiento, y muy a pesar de carecer de un liderazgo en la elaboración de políticas públicas certeras, sin duda hemos aprendido a convivir con un mortal virus. Sobrepasando los 1,600 fallecidos pues hemos llegado a ser el país con más contagios por 100,000 habitantes en la región. Pero, debe ser ese el enfoque?
La norma mundial habla de la pérdida mensual de aproximadamente 5% del Producto Interno Bruto de cada país por acciones de intervención estatal ante la pandemia. Eso se traduce en unos $300 millones de dólares al mes aquí en Panamá. La publicación de IMAE (índice mensual de actividad económica) para el mes de mayo fue revelador de un país cerrado a la producción. Al combinar estas noticias y analizarlas fríamente tenemos que detenidamente preguntarnos si llegó el momento de acabar la cuarentena. Las respuestas apuntan en una sola dirección: ya es el momento de abrir el país y producir.
En los Estados Unidos de América se ha determinado que, como resultado de la cuarentena, cada reducción de $17 millones de dólares por desempleo, ajustes en horas trabajadas y modificaciones a contratos en salarios genera una muerte. En otras palabras, 7,200 muertes al mes están ocurriendo en ese país producto de las acciones de confinamiento para contener el contagio. En Panamá, anticipando que un 22% del la fuerza laboral (1.9 millones de personas) estarán desempleadas a final de año por el efecto de la pandemia sin incluir el aumento exponencial en la informalidad, pues el confinamiento que genera estrés, consumo de drogas y alcohol, violencia doméstica etc. podrá producir unas 84 muertes al mes, según nuestros estimados.
La estadística falló en abril y mayo cuando la Organización Mundial de Salud y autoridades, como el Dr. Anthony Fauci, especulaban sobre el poder de contagio del COVID19 y lo presentaban como 10 veces más potente que la influenza. Me incluyo en este grupo de analistas que proyectamos un escenario dantesco de muertes incontrolables. De hecho, nuestra proyección de 10,000 casos de COVID para abril 23 no se dio hasta un mes después, mayo 23, para ser precisos. Hoy podemos trabajar en base a data recopilada científicamente distanciándonos de proyecciones que descansan en modelos producto de suposiciones. La data indica que, de ser saludable, las probabilidades de morir al contraer el virus son bajas; que si eres mayor de 60 años debes procurar quedarte en casa y que si eres menor de 18 años es probable que el COVID19 se parezca a un resfriado fuerte.
No es fácil hacer estos análisis y manejar la muerte como un número más, pero son necesarios. Así como la ciencia justificó el cierre del país en abril y en mayo para entender, aprender, y tomar acciones contra el virus inmersos en poca data de calidad, pues ahora hay evidencia que el confinamiento podría crear los escenarios para que se den tantas o más muertes por estas acciones que por el virus mismo.
La ciencia jamás podrá estar 100% segura de anticipar una situación como la que hoy vivimos, pero sí puede aportar enormemente a que, combinada con sentido común y pensamiento crítico, se tomen las acciones en política pública para que un pueblo sea consciente y determinante de su propio bienestar. El virus lo paras tú y en la medida que lo hagamos debemos proceder con el levantamiento de la cuarentena que permita el alto al pánico; que prevalezca la empatía y podamos salir de esta crisis lo más rápidamente posible basados en evidencias científicas, numéricas y socioeconómicas. Es el momento de abrir y de producir.